Rafael Truan Blanco, socio director de internacional, reflexiona sobre el talento y la formación en la región asturiana.
LA NUEVA ESPAÑA. 04/04/2019.
Cuando reflexiono sobre mis experiencias profesionales fuera de Asturias resulta inevitable que venga a mi mente una expresión ya conocida en el argot periodístico. Se trata de una expresión gráfica, casi cómica, que no obstante refleja la tragedia que se da constantemente en España cuando se trata de buscar un futuro profesional. Me refiero a la llamada fuga de cerebros¸ el fenómeno por el cual las mentes más brillantes, preparadas, o tal vez simplemente inquietas, abandonan su región o su país en busca de una mejor situación laboral que su tierra no les va a proporcionar. Se la puede tildar, como he hecho, de tragedia, que no obstante, y a pesar de contar con esa nueva y gráfica expresión para referirse a ella, no es tan reciente como se podría pensar. No es nueva para Asturias la esperanza de una nueva vida en tierras extranjeras, ni el impulso de subirse a barcos o aviones buscando fortuna. Pregúntenle si no a las palmeras que se yerguen aquí y allá junto a las casas de sus dueños, al archivo que reposa en Colombres, o a la lloca que espera mirando al mar desde El Rinconín de Gijón. Mientras que se dice que la comedia es el resultado de la fórmula de tragedia más tiempo, tras todos estos años la pintoresca expresión fuga de cerebros aún no resulta divertida.
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