María García analiza el SIMA 2019
Un año más, los principales protagonistas del sector inmobiliario se han vestido con sus mejores galas convertidas en escaparates, buscando cautivar, para después enamorar, a los miles de esperanzados compradores que han acudido a una de las citas más importantes del sector, ávidos de obtener el más preciado tesoro del pequeño cosmos creado por promotores e inmobiliarias: la vivienda. El escenario de tamaña cita no es otro que el Salón Inmobiliario Internacional de Madrid (SIMA).
El SIMA cerraba este fin de semana su vigésima primera edición en el pabellón 10 de IFEMA, con casi 20.000 visitantes, pudiendo presumir de haberse convertido en uno de los principales termómetros del sector inmobiliario. Este año, la mayor feria del sector de la vivienda en nuestro país ha estado marcada, sin lugar a duda, por el inminente cambio de ciclo que anuncia la incertidumbre generada por las frías cifras macroeconómicas y la tambaleante seguridad jurídica que ha sostenido al sector en los últimos meses.
Aún a la espera de ver materializados los efectos prácticos de la recién aprobada Ley 5/2019, de 15 de marzo, reguladora de los contratos de crédito inmobiliario y la modificación de nuestra Ley de Arrendamientos Urbanos, operada por el nuevo Real Decreto Ley 7/2019, de 1 de marzo, de medidas urgentes en materia de vivienda y alquiler, el sector inmobiliario nacional permanece expectante, consciente de que dichas reformas prometen no ser las únicas, despertando especial preocupación los posibles cambios fiscales en el régimen fiscal de las Sociedades Cotizadas Anónimas de Inversión en el Mercado Inmobiliario (Socimis).
En un anuncio de este cambio de ciclo, por primera vez en el SIMA se han impuesto las promotoras. En el laberinto creado por sus más de 300 expositores, ha triunfado la oferta de residencial en su modalidad de obra nueva – primera vivienda. Según las cifras oficiales facilitadas por SIMA, más del 95% de la oferta de vivienda ha sido sobre plano. Promotoras, inmobiliarias y servicers como Aedas Home, Altamira, Anida, Engel and Volkers, Kronos, Neinor, Solvia o Vía Celere han focalizado toda su atención en tratar de dar una respuesta a un mercado que, hasta ahora, se caracterizaba por la escasa oferta de suelo, con el consecuente encarecimiento del mercado de la vivienda de segunda mano.
Muy a la zaga de la oferta residencial, encontramos la demanda de vivienda vacacional, focalizada en destinos del este y sur de España. Los datos son claros: en torno al 70% de los visitantes del SIMA acude buscando vivienda residencial; sólo un 8% vivienda vacacional y, el resto de visitantes, han acudido a la feria en busca de un “producto”, identificando el sector inmobiliario como uno de los objetivos más interesante de inversión nacional.
La joya de la corona del SIMA, objeto de deseo de los visitantes de esta edición, es la vivienda en Madrid. La capital se lleva una vez más por goleada el apetito de compradores e inversores, muy alejada de otras ciudades del sur (Málaga y Cádiz) y del este de España (Valencia, Alicante y Baleares).
Pero SIMA no es solo el punto de encuentro de oferta y demanda inmobiliaria. También se ha convertido en el espacio idóneo para dar cabida a las últimas tendencias del sector, como el denominado “proptech”, el auge de las plataformas colaborativas de financiación y crowdfunding, o el tan de moda co-working, todos ellos presentes en espacios como el SIMA Academy en el que todo tipo de profesionales del sector inmobiliario han podido asesorar a los compradores en un proceso de “adquisición integral” de su vivienda (arquitectura, acabados inferiores, financiación y procedimientos registrales…). Todo ello sin olvidar los modelos de construcción sostenible.
Con la bajada del telón del SIMA, no se cierra la historia, tan solo se pone fin a un capítulo. Nuestro sector inmobiliario tiene por delante muchos retos y cambios que afrontar. Para unos, lo que está por venir supone una evolución, para otros, simplemente implica una transformación en las reglas del juego del sector inmobiliario. Sea como sea, todo cambio de paradigma, implica un cambio en nuestra manera de mirar al mundo. Confiemos en que, como suele decirse, lo bueno esté aún por llegar.
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